¿Qué le ha pasado al Real Madrid en ocho días para pasar de la gloria a la miseria, de hacer un fútbol excelente a arrastrarse sobre el terreno de juego?
En poco más de una semana, el Madrid pasó de golear al Bayern en el Allianz Arena a cosechar dos pírricos empates ante Valencia y Valladolid que le hacen decir adiós a sus aspiraciones de conseguir el título de Liga.
Pues es sencillo: en Múnich alcanzó un objetivo que es obsesivo para la entidad blanca, llegar a la Final de la Champions para tratar de obtener el título más codiciado por el madridismo, la décima Copa de Europa. En el momento en el que lo consiguió, murió de satisfacción, se relajó, el aire comenzó a faltar. Es como el alpinista que asciende una cima de 8.000 metros: llega extasiado, su euforia mitiga cualquier efecto adverso en forma de cansancio o dolor.
El Madrid subió tanto que al bajar se ha quedado sin aire
Pero el peligro para ese montañero está en la bajada, por eso los especialistas en montañismo siempre dicen que lo más complicado tras ascender una gran cima estriba en las primeras bajadas de regreso al campo base.
Eso le ha pasado al Madrid, subió tanto que al bajar se ha quedado sin aire; solo así se pueden explicar dos partidos tan vacíos, tan faltos de energía, de alma, de vitalidad, como los dos últimos encuentros que han provocado que el equipo de Ancelotti se despida de la Liga.
El problema para el técnico italiano es que ahora tiene otro ‘Everest’ el 24 de mayo en Lisboa: juega la final de la Champions ante el Atlético de Madrid. Mientras el equipo de Simeone lleva meses en las alturas flotando y fluyendo, el Madrid siente el vértigo de las subidas y bajadas de la noria que está representando una temporada tan peculiar. El objetivo de Carlo es recuperar la autoestima, retomar el equilibrio que le ha hecho triunfar en diferentes momentos, y que los jugadores vuelvan a sentir la necesidad de jugar como ante el Bayern o como ante el Barça en la final de la Copa del Rey.
Cristiano Ronaldo siente fatiga muscular. Normal, ha jugado partidos que no debía jugar. Ahora deberá recuperarse para la final de Lisboa y entender de cara al futuro que este deporte es colectivo y que deben primar siempre los intereses del equipo al suyo particular.
El madridismo debe entender también que no es bueno obsesionarse; llevan años hablando de ‘la décima’ con tanta exigencia, que lo que supone un bonito sueño se acaba convirtiendo en una asfixiante obligación.
Más trabajo para ‘el equilibrista italiano’. A estas alturas creo que solo él puede poner cordura en este cúmulo de excesos.
© Antonio Muelas, 2014 { [email protected] }
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