Anoche muchos aficionados españoles quisimos pensar, durante el partido entre Brasil y Alemania, que nuestra desgracia frente a Holanda, que parecía insuperable, había encontrado en los anfitriones su mejor complicidad y consuelo.
Más allá de todos los análisis que semanas atrás se hiciesen sobre el estrepitoso fracaso de la Selección española en el Mundial de Brasil 2014, y mucho más allá de todo lo que pueda decirse hoy sobre la más humillante derrota del fútbol brasileño en toda su historia, queda el desconcierto de los aficionados.
Sí, Brasil tenía una enorme fragilidad estratégica: era un equipo planteado para jugar en torno a un genio y, perdido el genio por una entrada canallesca, adiós al equipo. Una empresa de comunicación tuvo la ocurrencia de crear sesenta mil caretas con el rostro de Neymar para que todos los aficionados fuesen él. Pero las tonterías no funcionan en la realidad. Tal vez el Seleccionador brasileño debió pensar de otra manera… en caso de que pudiese hacerlo.
“Si a Brasil (al equipo) le va bien en el Mundial, casi todo le será perdonado a los organizadores; si le va mal… esto puede acabar en catástrofe”.
Pues sí: no hagamos leña del árbol caído, pero la catástrofe ya comenzó a ser muy visible y poco perdonable desde el comienzo del Mundial. Al subrayado de las injusticias sociales se ha sumado la demostración de una inoperancia organizativa que nada bueno dejará como herencia. Brasil, tampoco como país, sale bien parado de la Copa del Mundo.
Dos cosas más: Brasil, ese país tan grande y tan lleno de pobres-esclavos, cayó anoche ante Alemania, un país mucho más pequeño y de ricos-dueños. Fue también, simbólicamente, la victoria de los ricos contra los pobres, de los amos contra los esclavos.
Al final del partido algunos jugadores brasileños rezaban de rodillas sobre el césped. Horas antes, los capitanes del Real Madrid líderes de la Selección española, en su última visita a Alfredo Di Stéfano, parecían completamente repuestos de lo que sucedió el mes pasado. “Son profesionales y deben reponerse”, se dirá. Las aficiones no son profesionales y no saben cómo superar las decepciones, si no es con nuevas ilusiones. Si España lo tiene complicado, Brasil lo tiene casi imposible.
Fernando Comas, Las Palmas.
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